De Lavacolla a Santiago de Compostela (04-05-07)

Hoy es nuestra última etapa y nuestro último madrugón.

Aunque los escasos diez kilómetros que nos restan nos permiten arrancar con algo más de calma.

En el desayuno coincidimos con el resto de huéspedes, unos quince, todos ellos peregrinos.

A la salida del hostal, vemos a Fido Dido desayunando con sus acompañantes en un restaurante muy próximo. Ellos tambien se percatan. y arrancamos nuestro camino subiendo las escalinatas que nos llevan a la iglesia parroquial de Lavacolla (1840).

Lavacolla toma su nombre de un modesto arroyo que atravesamos y que la guía calixtina interpretó como Lava Colea, exigiendo un lavado ritual de las partes bajas antes de encontrarse con el apóstol, en una época en la que la higiene personal brillaba por su ausencia, y contra la que modestamente luchaba el botafumeiro que oscilaba en el crucero de la catedral al recibir a los peregrinos.

Una vez cruzado el arroyo de Lavacolla, encaramos la última y prolongada subida que arranca dura y se suaviza poco a poco para llevarnos en un largo y tedioso camino hasta San Marcos, último pueblo antes de llegar al Monte O Gozo, bajo el que encontramos la agradable ermita de San Marcos.
Despues de la obligada fotografía frente al monumento del Monte o Gozo, obra de Acuña que representa dos romeros en bronce, seguimos para completar nuestros últimos cinco kilómetros atravesando el Río Sar y el Ponte San Lázaro, que nos llevará al monumento de la Puerta Itineris St.Jacobi, a las puertas de San Lázaro, antiguamente en los arrabales de Santiago y hoy engullida por la ciudad, en un camino que parece interminable.

Comenzamos a buscar las agujas de la catedral y, poco despues de pasar junto a la capilla de San Lázaro, aparecen sus siluetas, que guian nuestros pasos para alcanzarlas a las 10 y media por la Plaza de la Inmaculada, puerta este de la catedral.

Seguimos un poco más, para buscar la fachada principal, y el tunel que atraviesa el Paxo de Xelmírez nos vomita entre las notas de una gaita en la Plaza del Obradoiro, que nos vemos obligados a cruzar para tener una visión completa de la gigantesca fachada de la catedral.

Foto obligada y a buscar la Compostela y dejar los equipajes en la pensión antes de la Misa del Peregrino.

En la Oficina del Peregrino, al principio de la Rua do Vilar, esperamos nuestro turno. Delante de nosotros... ¡Fido Dido! (¡pero si nos lo dejamos desayunando en Lavacolla!) Ahora entendemos lo de 'Vamos a contar mentiras'.

Con la Compostela en nuestras manos, entramos en la pensión que estaba a escasos metros de donde estábamos. Allí nos esperaba la que hace dos años me pareció una maravillosa habitación y que, esta vez, sin los albergues previos de entonces, derrumbó su cutredad a nuestros pies. Solo se salvaba la ubicación y la amplitud de la habitación, pero todo lo demás era tétrico.

Allí nos esperaba su hostalera, Maria, que se presentó acompañada de un bebé de un par de meses. Como hacía un par de años, aparecía Maria agobiada, entonces por el trabajo y ahora por la atención al bebé.

Despues de aguantar los chistes de Dori y Joans sobre la paternidad del bebé, que parecía atribuirme María al presentarse con él en brazos, salimos a almorzar una hora antes de la Misa en la Catedral.

Poco antes de las doce entramos por la Porta das Praterias y en el paseo por su interior nos encontramos con las catalanas y con Alfonso, el de Albacete. Y con Fido Dido y sus amigas, y con muchos otros peregrinos con los que no llegamos a entablar conversación pero que advertimos a lo largo de nuestro camino. Aún tuvimos tiempo de visitar la cripta del apóstol Santiago, donde rezamos unas oraciones, y de seguir el rito del abrazo al apóstol.

Tras la Misa, salimos a la Plaza del Obradoiro, y dimos un rodeo por el casco antiguo de Santiago antes de comer, aprovechando para hacer unas compras.

Despues de comer, ducha, una siestecilla y de nuevo vuelta vespertina. Completamos las compras y cenamos, y de paseo antes de volver a la Pensión para pasar nuestra última noche, pudimos disfrutar de las notas de la Tuna Compostelana en los soportales del Ayuntamiento, en la Plaza del Obradoiro.

El dia siguiente fue más relajado, si cabe, y sirvió para despedirnos de las calles de Santiago y de los peregrinos que llegaron, entre los que se encontraban unos cuantos conocidos (el italiano y el de Badajoz, residentes en Madrid, de los que nos despedimos). Tomamos con algunos de ellos una copa en la Praza da Quintana, a las espaldas de la catedral, antes de despedirnos y comer un magnífico arroz a la marinera antes de nuestra vuelta a Valencia.

Y de esta forma acabó nuestro Camino, duro mientras lo recorrimos y añorable una vez hecho.

Seguro que lo recordaremos con una sonrisa y un deseo contenido de revivir la sensación de imprevisión y libertad que disfrutamos.

El Camino, siempre distinto, nos esperará.

De Arzúa a Lavacolla (03-05-07)

Como todos los dias, suena el despertador a las 06:30 y bajamos a desayunar antes de poner pies sobre nuestro camino a las 7:45.

A esa hora, un manto de brumas cubre los campos que rodean Arzúa. Los atravesamos de salida y al poco rato el sol a nuestras espaldas comienza a dibujar nuestras sombras sobre nuestro camino, apuntando a nuestro destino final: Santiago de Compostela.

Y para llegar allí, antes cruzamos bosques de eucaliptos, largos como nuestras sombras a esa hora de la mañana.

Se adivina un gesto de seriedad y precaución en el paso de Joans y Dori, desconfiados de la respuesta de sus pies ante el último tramo de nuestro camino.

Pero hoy debe ser poco más que un paseo, pues el camino no es pesado y, además, es de a penas 20 kilómetros, los que nos llevarán a Pedrouzo, teórico final de etapa.

Conforme avanzamos en nuestro camino, que vamos dejando a nuestras espaldas con paso más firme, nos planteamos prolongar nuestro camino en la medida que los cuerpos aguanten para conseguir llegar mañana a Santiago a una hora prudencial, que nos permita llegar a la Misa del Peregrino, que se celebra todos los dias a las 12h., en la que coincidiríamos con mucha gente que conocimos en el camino y que tenía pensado llegar el viernes.

Almorzamos en Salceda, justo antes de abandonar el camino paralelo a la carretera, donde se encontraba un bar-chiringuito en un caserón. Nos sirvieron bocata de tortilla de patatas y chorizo y bebida. Mientras, llegaron Alfonso el de Albacete y Jose el gallego, y se unieron a nuestro almuerzo antes de proseguir.

De nuevo sobre el camino, atravesamos Santa Irene y llegamos finalmente a Pedrouzo, donde entramos a echar un vistazo al albergue. Pero no pareció convencer la idea de quedarnos allí, no por el estado del albergue (bastante aceptable), sino para comernos algo más del camino de mañana.

Así que decidimos continuar cuando la hospitalera nos confirmó que cuatro kilometros más tarde encontraríamos una pensión.

No fue así y poco a poco llegamos a la autovía de Santiago a Lugo, muy próximos al aeropuerto de Lavacolla, por lo que optamos por quedarnos la noche del jueves en la pensión SanPaio, de Lavacolla, una vez confirmada la reserva que hicimos telefónicamente.

Al llegar a San Paio, a un par de kilómetros de Lavacolla, estuvimos a punto de renunciar y quedarnos en un restaurante-pensión en pleno camino, pero Dori y Joans encontraron fuerzas para proseguir ese par de kilómetros que nos llevó hasta el Hostal San Paio, donde nos esperaba una habitación triple amplia, limpia y cómoda (48 €), que nos ayudó a dar una cabezadita y algún que otro ronquido del que Dori tomó prueba en video.

Una vez repuestos, bajamos a cenar al restaurante del hostal y volvimos a subir para ver la semifinal de la uefa entre el Sevilla y el Osasuna antes de volver a quedar sumidos en un profundo sueño.

De Palas de Rei a Arzúa (02-05-07)

Nos costó poco abandonar la habitación.

No dejábamos atras ningún derroche de comodidades y lujo.

La propuesta para hoy era bastante llevadera: aproximadamente 26 kilómetros sin largas cuestas y con una parada a medio camino para almorzar bastante atractiva: Melide y su pulpo. Y un final de etapa en el que para mí era el mejor albergue del camino: el de Ribadiso.

Pero la fortuna nos esperaba en el camino para aguarnos la propuesta.

Y nunca mejor dicho, pues fue la lluvia la que hizo desagradable el camino a Melide. A penas 15 kilómetros, pero fueron de camino fangoso, en medio de la lluvia. El agua acabó calándose en los pies de Dori y Joans, y comenzó a amenazar en forma de ampollas.
Así que el lento y largo camino a Melide fue tambien silencioso. Cada uno a su ritmo, intentando salvar cuanto antes la distancia entre las adversidades añadidas.

Como a unos cinco kilometros de Melide, hizo su aparición un grupito de peregrinos que aparecerían en los episodios futuros hasta Santiago: Fido Dido y sus amigas.

Al ritmo del "Vamos a contar mentiras, trai-lara..." nos adelantaron sin saludar. A la cabeza, Fido Dido: pesaría 40 kilos, con boina roja y pantalones bombachos de media caña color azul, que pedían a gritos las dos borlitas laterales, y botas. Parecía miembro de Cristo Rey, y por la pinta era conocido por todos los peregrinos.
Poco antes de llegar a Melide, nos encontramos con la aldea de Furelos, a la que se accedía por el puente del siglo XII que atravesaba el rio del mismo nombre.

Allí quisimos sellar nuestra credencial, y a las puertas de la pequeña iglesia de San Xoan (s.XIX)de Furelos parecía esperarnos su párroco y una parroquiana que le ayudaba en esos menesteres. Mientras ella nos selló las credenciales, el cura aprovechó para explicarle a Joans el por qué del gesto del Cristo crucificado que tenían allí, con uno de sus brazos caído como sirviendo ayuda al caminante. Joans atendió y asimiló la nutrida información del párroco y le dirigió al exterior, donde teníamos un lisiado más (Dori), al que tambien asistió con ánimos y apoyos clericales.

Nos despedimos de él y encaramos el kilómetro que nos separaba de Melide, donde pensabamos almorzar y desde donde Joans tenía decidido tomar un taxi para que los llevara a Arzúa, a 13 kilometros de distancia. Pero hacerlo a pie hubiera sido poner en riesgo el resto del camino y posiblemente, la reincorporación al trabajo el próximo lunes.

Así que paramos en Casa Ezequiel, conocida y anunciada pulpería, donde probamos el conocido pulpo de Melide, acompañado de unos fiambres y el grupito de Fido Dido.

Despues de almorzar, acompañé a Dori y Joans al taxi y les dejé mi mochila para reemprender el camino yo solo con las credenciales de los tres, que fuí sellando a lo largo del camino hasta Arzúa.

Definitivamente abandonabamos, un dia más, la posibilidad de dormir en albergue. Pero en mi ligero camino a Arzúa, el sol salió y me hizo disfrutar del paisaje, aunque mucho más pobre que el que nos acompañó hasta Portomarín.

Al llegar a Ribadiso, a dos kilómetros de Arzúa, el paisaje volvió a tener una belleza espectacular y aproveché el sellado de las credenciales en el albergue de Ribadiso para visitarlo y recordar la parada que en él hice hacía dos años. Pero ya volvía a llover y, de habernos quedado allí, no hubieramos podido disfrutar de la paz que el entorno en que se encontraba parecía querernos dar.

Reemprendí el camino a Arzúa, que tuve que atravesar en un interminable trayecto hasta el hotel Suiza, a la salida del pueblo, donde me esperaban Joans y Dori.

Me duché y Dori y Joans bajaron a comer algo mientras yo me encaré al ordenador para hacer mis primeras subidas al blog en pleno camino. Esto me tuvo ocupado desde las 4 hasta las 8 de la tarde, mientras Dori y Joans subieron a descansar a la habitación y a ver el partido de tenis sobre cesped y tierra entre Federer y Nadal.
Al finalizar el partido, estuvimos retocando los comentarios del blog y nos metimos a cenar (caldo gallego...) mientras vimos el partido entre el Milan y el Manchester (3-0), que dejó al Milan en la final que disputará a finales de Mayo contra el Liverpool.

Al finalizar el partido, nos subimos a la habitación y preparamos las mochilas antes de quedarnos hundidos en un profundo sueño.

Mañana, la penúltima etapa. La que nos debe llevar a Pedrouzo, a 19 kilometros de Santiago.

De Portomarín a Palas de Rei (01-05-07)


Nos levantamos a las 7:00.

Pensión Arenas.

Recogemos nuestras mochilas y bajamos a desayunar, donde coincidimos con las catalanas, que casualmente han parado a desayunar en la cafeteria de la pensión, que se encuentra frente a la Iglesia de Portomarín. Nos despedimos de ellas y arrancamos el tramo más aburrido de nuestro camino.
8 de la mañana.
Y lo hemos hecho volviendo a cruzar el Miño y encarando una subida prolongada y aburrida al Monte de San Roque que nos ha servido para calentar, rodeados de casteños y carballos y luego de eucaliptos y campos de cereal. Atras quedaron las masas arboladas de la ribera del Miño y hoy nos ha acompañado el asfalto, apareciendo y desapareciendo a lo largo de todo el trayecto, atravesando Gonzar y Hospital da Cruz, hasta separarse de él a partir de la localidad de Ventas de Narón, donde hemos almorzado -servicio muy lento y pobre-, justo a la mitad de nuestra etapa.

Han comenzado a verse muchos más peregrinos por ser Sarria el pueblo más próximo a Santiago a partir del cual se puede obtener la Compostela. Por si pudiera parecernos relajada, la lluvia ha aparecido apenas recorridos unos kilómetros y no nos ha abandonado hasta la llegada a Palas.

El camino, una vez separados de la carretera, y alcanzado Ligonde, comienza a hacerse más variado, cruzando aldeas como Airexe, Portos, Lestedo u Os Valos, hasta encontrarnos de nuevo con la carretera acompañandonos a nuestra derecha.

Aunque teníamos pensado intercalar algun albergue, hemos llegado al almuerzo bastante tocados, y la lluvia que nos esperaba fuera han hecho desistir del albergue, al menos para hoy, y he reservado habitación triple en la Pensión Ponterroxan, a 800 metros a la salida de Palas, en el mismo camino. Hubiera sido preferible algo más próximo a Palas, pero con la lluvia presente no hubieramos podido "disfrutarla" (es bastante anodina) de cualquier forma.

A la llegada a la pensión, nos esperaba una habitación de lo más kitsch: las cortinas de la habitación llevaban volantes por todas partes, estampadas de flores, como lo eran las colchas, sábanas y cortina de ducha; el radiador dorado, y el mobiliario sacado del "Cuéntame"; y para llegar a la habitación atravesamos cinco tramos de baldosas diferentes en una misma planta. Aquello parecía la exposición "la ceramica en los últimos 40 años".
A medio camino entre el "Cuéntame" y una película de Almodóvar, nos duchamos y bajamos a comer a las cuatro de la tarde, donde nos ofrecieron (lo típico) lentejas o caldo gallego de primero y ternera con patatas para después.

Disfrutamos como ningun dia de la comida y volvimos a la habitación, donde nos relajamos y mientras dormíamos Dori y yo, Joans repasó la etapa del próximo dia. Mientras, afuera, no paró de llover.
Al despertar, cuatro risas sobre los ronquidos de uno y otro y bajamos a ver el partido de Champions entre Liverpool y Chelsea. Y lo vimos en una zona de sofas de skay, cada uno de un color diferente, como si estuviesemos en el reservado de la Disco Siroco, mientras nos prepararon una cena ligera a base de tostadas con jamon y tomate y zumo y cafe.

A las doce menos cuarto, con Liverpool en la final por penalties, nos subimos a la habitación hasta el próximo dia.

De Samos a Portomarín (30-04-07)

Nos suena el despertador a las 6:30

Pero antes nos había despertado la lluvia. Nos surgen las dudas sobre si arrancar o no con el camino a Portomarín.

Las heridas y la lluvia no se iban a llevar bien y el primer pueblo (Sarria) lo ibamos a encontrar a 11 kilometros.

Desechamos la opción de ir por camino de tierra a encontrar el camino del Norte (San Xil) para ganar en seguridad y fuimos por la carretera.

Antes desayunamos en el restaurante A Veiga (ver foto del Jorobado con el colacao) y emprendimos el camino a las 7:45.

El camino se hizo aburrido, aunque llevadero, y llegamos a Sarria justo cuando la lluvia se hizo más intensa y los estómagos comenzaban a pedir repostaje.

Almorzamos en un restaurante en pleno camino y volvimos a él en plena lluvia y en busca de una farmacia donde encontrar algo para sanar las heridas que ya teníamos por todas partes. Lo que en principio iba a ser un antiinflamatorio para el tendón de Joans, acabó siendo un antiirritante para los hombros de Dori y una pomada antinflamatoria para todos.


Nos dirigimos al Ayuntamiento de Sarria, único lugar donde podíamos sellar nuestras credenciales. Dejé el bastón a la entrada y ya de vuelta al camino, recorrido casi un kilómetro, caigo en la cuenta cuanto tengo que hacer uso de él, en plena bajada, de que me he dejado el bastón.
Vuelta atrás. El kilómetro se hizo asqueroso y de vuelta hicimos el camino tras un par de catalanas que habíamos conocido un par de etapas antes.

Dori pareció recobrar fuerzas y aprovechamos el rebufo (catalán) para llegar a Ferreiros. Ni lluvia, ni viento, ni frio mermaron las fuerzas (de Dori). Aún así, el camino se hizo interminable y al llegar a Ferreiros, el cansancio acumulado se convirtió en pájara y la lluvia nos decidió a anticipar la comida a las 2 y media de la tarde. Allí encontramos un caserón donde nos dieron de comer.

Menú de 7 euros u 8 euros.

Aquí nos tienes a nosotros con que queríamos mitad de cada uno y la señora de Celerio (era Casa Celerio) no dejó de advertírnoslo.

" - A ver... es que la cocacola no entra en el menú"
" - Bien.. no se preocupe... Póngala. Y una naranja"
" - Bueno... es que la naranja no entra en el menú"
" - Bien... no se preocupe... Y un café"
" - Bueno... pero primero la cuenta"

(Como si fuesemos a echar a correr)

En un arranque descontrolado de dispendio, la señora preguntó cuántos cafés queríamos sin echar la cuenta de los menús.

A través de una pequeña ventana, vimos que la lluvia iba y venía sin descanso, así que con los estomagos llenos, nos pusimos el chubasquero (que acabamos quitandonos y poniendonos seis o siete veces) para protegernos de una lluvia intermitente que dejó caér pedrisco en un tramo del camino a Portomarín.

" - Solo nos falta un tsunami despues del sol, viento, frio y lluvia padecido hasta ahora"

Como un par de horas más tarde, superando la última colina, vemos el Miño y a la ladera contraria Portomarín.
Ya lo teníamos ahí. Y sin embargo aún nos quedaban cuatro largos kilómetros de camino que serpenteaba y serpenteaba hasta parecer hecho para burla del caminante. Dori, a esta altura, ya se había calzado una zapatilla de cada manera y una de ellas a modo de chancla. Nada era suficiente para aliviar el dolor que provocaba la larga y constante bajada en los dedos de los pies.

Pero seguir el camino era la única manera de llegar a la orilla del Miño.

Al alcanzarlo, la muerte: hay que cruzarlo y para esto un puente de doscientos metros reta a Joans, que encoje la cabeza hasta el estómago y tapándose los laterales con la capucha, lo cruza de un tirón y en silencio por el medio de la calzada que utilizan los coches.

Al llegar, foto de la gesta y a buscar la Pensión Arenas, en la plaza de la Iglesia.

Una vez en la habitación, descargamos equipaje y nuestros cuerpos sobre las camas y, despues de refrescarnos, ducharnos y descansar, dimos un rodeo por el pueblo antes de reencontrarnos con "el gallego" y "el de albacete" que nos habíamos encontrado varias veces a lo largo del camino.

Tomamos algo juntos y nos comentaron que el Albergue municipal, donde ellos estaban, estaba bastante bien, aunque estaba lleno y las camas estaban practicamente pegadas unas a otras.

(Menos mal que optamos por la pensión).

Nos despedimos y buscamos algo caliente para cenar antes de caer, sobre las 11, en nuestras camas.



De O Cebreiro a Samos (29-04-07)

Nos levantamos a las 6:30 y recompusimos nuestras mochilas antes de bajar a desayunar en el restaurante de enfrente.

A las ocho menos cuarto, estabamos dejando O Cebreiro. Y lo que imaginabamos una bajada, comenzó siendo una subida hasta el Alto de San Roque. Podíamos haber cogido la carretera (de hecho, yo lo hice en mi anterior viaje), pero no recordé que era un camino alternativo a la subida inicial que cogimos y que desconocía.

Así que, de buena mañana, calladitos y resoplando.

Dori comenzó con el que "vaya guía...", que si no decía que "ya no subíamos más..."... y encima, a la llegada a la carretera nos encontramos con un peregrino italiano que habíamos dejado en el restaurante comenzando a desayunar.

Bueno...

Seguimos hasta el Alto de San Roque donde nos hicimos unas fotos y despues hasta el Alto de Poio, verdadera cumbre a partir de la que comenzó nuestra bajada hacia Triacastela, pueblo base en nuestro camino a Samos, destino definitivo para el dia de hoy.

La fuerte subida al Alto de Poio y la fuerte y larga bajada a Triacastela acabó por deshacer los pies de Dori, el tendón de Joans y mi rodilla.

Pero antes pudimos reponer fuerzas en nuestro camino de bajada en Casa Xato, donde la dueña nos atendió y nos atiborró de jamón, tortilla "de huevos ecológicos" y pan del que se hornea una vez por semana.

Aprovechamos, como siempre, para refrescar los pies, cambiarnos calcetines y camisetas y sacar los chubasqueros, pues el viento, el frio y la lluvia nos acompañaron el resto del camino a Samos.

Cuando llegamos a Triacastela, los pies estaban tan castigados y las fuerzas tan mermadas que no pudimos disfrutar del que, con creces, creo que es el tramo más bello del camino: el que separa Triacastela de Samos.

Cruzamos el rio Oribio varias veces, que nos acompañó por nuestro camino por las laderas vestidas de frondosa vegetación, a través de la que veíamos las riberas que regaba, de un verde intenso. El camino serpenteaba de un lado a otro a través de viejos puentes de piedra, cruzaba aldeas y subía y bajaba... subía y bajaba.. subía y bajaba hasta hacernos ciegos ante tanta belleza.

Fue una lástima que llegaramos a este paraíso tan cansados y entre lluvia.

El cansancio hizo que contaramos uno a uno los metros que restaban hasta Samos.

Pero por fin, silenciosos, llegamos a Samos, donde nos esperaba Licerio, el dueño de la casa rural en la que alquilamos habitación (36€), con unas cocacolas y cervezas para reponernos antes de la merecida ducha.


Serían las 5 de la tarde, y los restaurantes ya no atendían más comidas. Así que aprovechamos para ordenar un poco el campo de batalla en el que habíamos convertido la habitación y descansar antes de salir a dar una vuelta (breve) por Samos y cenar en el restaurante A Veiga.

La visita a Samos fue ligera y relajada, y visitamos la iglesia y el Albergue, famoso por su cutrez. Dori y Joans se venían abajo solo de verlo. Seis duchas para más de sesenta posibles peregrinos (el albergue no se había llenado), y un par de pilas para lavarse y lavar la ropa. Sin sitio donde secarla. En fin... de lo más cutre. Pero no es de la Xunta y es atendida por los propios monjes, por lo que, siendo privada, era justificadamente pobre.

No era posible ver el claustro y el monasterio por dentro, como no lo era en mi anterior viaje (¿?), así que le dimos la vuelta por detras, bordeando el rio Sarria, y nos encaramos al restaurante donde la cena fue mal atendida pero abundante, sabrosa y económica (veníamos previa visita de presentación de Licerio). Aprovechamos para ver el partido del plus y volvimos a la cama hacia las 12 de la noche.

Caímos rendidos.

Villafranca a O Cebreiro (28/04/07)

28-04-07 - O Cebreiro - 20:45h
Ganó el Cielo.
Anoche sufrimos la cogorza de un holandés que dormía bajo la cama de Dori, que no pudo dormirse hasta la una entre efluvios de alcohol, monólogos y autogolpes del holandés.

Y a las 6:30, arriba.

Así que Dori se ha sevantado echando pestes del susodicho y de los albergues, por lo que a las 7:30 estabamos en camino preparados para encarar la temida subida a O Cebreiro.

Nos hemos encontrado pocos caminantes, y despues de cruzar Pereje, Trabadelo y A Portela, hemos llegado a Vega de Valcarcel, donde hemos almorzado en la Panadería que hay a la entrada.

El almuerzo, fenomenal, nos ha devuelto las fuerzas que nos iban a hacer falta poco despues, pues ahí comenzaba la temida subida a O Cebreiro, pasando por La Faba.

He descuidado un desvío, de lo que me he dado cuenta subidos 300 metros, pero las fuerzas no sobraban y Dori ha encarado la subida por carretera pasado Ferreiros y se negaba a corregir. Suerte que una mujer nos ha indicado un camino de bajada que nos devolvía al Camino.


La bajada ha sido criminal y ya en el Camino, de subida a La Faba, hemos comenzado a desencajarnos. La subida no terminaba nunca y cada vez era más pedregosa. Verdaderos escalones de piedras cada vez más gruesas, con barro y agua entre ellas, comenzaron a dar paso a mierda y orin de vaca, a los que nuestros pasos por perderles el asco.

Tras más de media hora de subida, llegamos a La Faba, donde yo solo me acerqué a sellar las credenciales antes de volver al camino a O Cebreiro.


Los sofocos fueron en aumento.

Las distancias entre nosotros cada vez más largas.

Los silencios más presentes.

Pero en contra, el paisaje fue ganando en belleza.


Poco antes de O Cebreiro entramos en Galicia (ver foto), y a la llegada, teníamos decidido buscar un alojamiento algo más decente despues de la mala noche de Dori.

A nuestra llegada, atravesamos la aldea buscando habitación, pero las esperanzas de encontrarla fueron cayendo. Finalmente, pudimos encontrar habitación en una casa rural justo antes de llegar al Albergue, última opción (suerte que la encontramos, pues el albergue estaba cerrado por reforma y habían "habilitado" unos frios y pulgosos barracones para los peregrinos).

Habitación triple?

No: Dos más uno.

Me explico.

Cama de matrimonio y cama de cuerpo y medio.

El reparto se prometía difícil. Que si Joans era el mayor, que si Dori roncaba, que si yo buscaba la pierna del compañero inconscientemente, que si Joans hacía el trenecito...

Al final, Joans y yo compartimos la de matrimonio, aunque parecíamos estar reñidos, pues durante la noche, entre nosotros dos, hubo distancia suficiente para que tambien se hubiese acostado Dori.

En fin.. pero hasta entonces estuvimos de risas en la habitación, salimos a comer-merendar-cenar en el restaurante de enfrente y pudimos disfrutar del Caldo de Puchero, de huevos con chorizo y del queso de O Cebreiro con miel.

Creíamos haber comido como bestias, pero las dueñas acabaron por sentarse a comer junto a nosotros y alucinamos con su saque: si a nosotros nos dieron el Caldo del Puchero, ellas se comieron todo lo que utilizaron para hacerlo. El cerdo estaba todito despiezado sobre una fuente a la que acabamos por verle el fondo.

Y después, caldo. Y después, se sacaron un queso y pan y comenzaron venga el taje, venga el taje, y nosotros calladitos.

Mientras, disfrutamos de una queimada que preparó un grupo de gallegos que coincidieron allí de turismo.


Despues, una vueltecita por O Cebreiro, visita a la Iglesia de Santa Maria Real, unas compras y a descansar hasta las 10, hora del partido entre el Valencia y el Recre, del que disfrutamos en una especie de pub, donde nos hicimos un colacao y unas madalenas antes de volver a la cama (cerca de las 12 de la noche).

Mañana veremos quién nos despierta a las 7.